Monólogos que no ayudan a adelgazar
Según las estadísticas, en promedio concebimos unos 60,000 pensamientos diarios, de los cuales el 95% de ellos son los mismos del día anterior. Estos pensamientos los generamos de manera inconsciente y lo asombroso es que nos dominan. Para liberarnos de ellos y obtener diferentes resultados necesitamos darnos cuenta de cuáles son esos pensamientos, cuál es nuestro diálogo interior y cuáles son nuestras creencias. De lo contrario seguiremos siendo víctimas de nuestra mente.
Diálogo interno
Hay una vocecita que nos habla a todas horas, durante todo el día estamos interactuando con ella. Es la vocecilla del diálogo interno. Invertimos unas catorce horas conversando con nosotros y lo más sorprendente es que la mayor parte del tiempo nuestros pensamientos están conformados por afirmaciones negativas. Este diálogo juega un papel importante para llegar a los resultados que queremos, inclusive es quien hace que estemos ahora mismo donde estamos. Sin embargo, cuando por desconocimiento dejamos que nuestro diálogo interno sea quien dirija nuestra vida nos convertimos en víctimas de las circunstancias. Es decir: si verdaderamente queremos adelgazar, necesitamos hacer alianza en todo instante con nuestra mente para asegurar la materialización del éxito.
Monólogos que nos autosabotean
Según la doctora Mónica Katz existen cinco tipos de monólogos. Daré algunos ejemplos y mostraré cómo pensamos para entender por qué resulta difícil adelgazar. ¿Con cuál o cuáles te identificas?
Negativo: Este pensamiento describe básicamente lo que la persona piensa de sí mismo. El individuo tiene la imperiosa necesidad de ser perfecto, su personalidad se identifica con el típico pensamiento extremoso de blanco o negro, sin punto intermedio: “¡O soy perfecto o no soy nada!”. Por ejemplo: “No puedo seguir la dieta exactamente como me lo indican, la romperé y comenzaré de nuevo”, “Si no tengo un cuerpo perfecto, no soy nadie”, “Mi esfuerzo no sirve de nada, no bajo de peso como quisiera”, “Siempre fracaso”, “No hago nada bien”, etcétera.
Positivo: Este raciocinio tiene referencia en la gratificación inmediata, buscan el placer rápido, continuamente andan tras la caza de alimentos confortantes y comidas calmantes. Ignoran el placer duradero, son dominados por el impulso y la tentación. Olvidan lo satisfactorio que es sentirse bien con uno mismo, de lo significativo que es moderar el placer de comer a su favor. Este pensamiento se relaciona con el hambre emocional, peculiarmente es compensatorio y de corto plazo. Ejemplos: “Tuve un día agotador en el trabajo, me premiaré con galletas”, “Es mi cumpleaños, indiscutiblemente comeré pastel”, “Terminé de estudiar, me merezco una nieve”, etcétera.
Permisivo: Es el pensamiento más frecuente, es el de “¡Mañana empiezo!”. Es un pensamiento saboteador que inventa todo tipo de pretextos para explicar porque no pueden dejar de comer, se inventan o se tropiezan con todo tipo de obstáculos, justifican toda situación para comer y no tomar las acciones necesarias. Argumentan toda razón de porqué siempre se dan los permisos. Típicos pensamientos: “Mañana o el lunes comenzaré la dieta.”, “En año nuevo comenzaré la dieta”, llega el día y aseguran que será después de la rosca de reyes. “Estoy de vacaciones, es evidente que no haré ejercicio”, “Cuando viajo como lo que me gusta”, “Me cuido durante la semana para despreocuparme durante el fin de semana”.
Mágico: Son muy comunes, creen que es solo cuestión de fuerza de voluntad, asumen que controlar el peso es fácil que si no lo han logrado es porque no se han decidido, aseguran que bajar de peso es fácil. Creen que es asunto de voluntad, en mi opinión no es algunos la tengan y otros no, sino mas bien es que unos están listos para el cambio y otros no. El asunto es que pasan los años y no se deciden por solucionar su situación. Su singularidad es: “Cuando me lo propongo, bajo todo lo que quiero”, “Si bajara unos kilos, las mujeres morirían por mi”, “Si estuviera delgada, mi marido me desearía como cuando nos conocimos”, “Cuando enflaque, seré feliz”.
Control: No es fácil superar o modificar estos pensamientos debido a que la gente admite las comilones, aprueban socialmente los excesos en la alimentación y los festines, está “legalizado” comer en abundancia y ser adicto a la comida. Por el contrario, el alcoholismo, tabaquismo y la drogadicción no son bien aceptados. Lo único que se logra con esta creencia es que si creemos que no podemos, no lo conseguiremos. Pensamiento común: “Soy adicto a las harinas”, “No puedo comer solo una galletas”, “Es mi debilidad la repostería”, “Me fascina el helado”, “En mi viaje gastronómico debo probar de todo”.
Conclusión
Si nuestros pensamientos condicionan básicamente nuestro comportamiento y determinan lo que sentimos, de algún modo nuestro diálogo interior condiciona nuestro mundo y nuestra realidad. Si no nos gusta nuestra situación, debemos cambiar nuestros pensamientos y utilizarlos a nuestro favor. Por suerte podemos escoger qué pensar y qué creer, somos capaces de aprender nuevas conductas alimentarias, practicarlas, archivarlas en nuestra memoria y volverlas nuevos hábitos. Como no es posible desprogramar ni borrar los archivos aprendidos, es necesario formar nuevos pensamientos en nuestro cerebro.
Para ello, lo primero es admitir y conocer qué pensamientos tenemos para transformarlos en positivos. Antes de continuar, quiero subrayar que no basta con solo repetir frases positivas. Primero debemos desafiar nuestras creencias, por ejemplo si pensamos que “Yo nunca podré ser delgada”, no basta con decir “Soy delgada”. Antes, tendremos que desafiar la creencia limitante buscando información, averiguando con personas delgadas cómo lo logran y buscando la ayuda de profesionales que auxilian a individuos a adelgazar de forma permanente. Lo segundo, en lugar de concentrarnos en lo que nos falta, es imprescindible enfocarnos en lo que sí tenemos. Al cambiar nuestra frecuencia de pensamientos cultivaremos pensamientos semejantes.
Es importante relajarnos y tratar de estar en paz con nosotros mismos durante el día, ya sea meditando, en contacto con la naturaleza o escuchando música o información positiva que logre desconectarnos de nuestro diálogo interior. Practiquemos el diálogo interno positivo para apreciar el milagro de cada instante, acostumbrémonos a estar atentos a las oportunidades y a las coincidencias de nuestra vida para llevar a cabo nuestros deseos y lograr el éxito que tanto anhelamos.







